PASCUA DE RESURRECCIÓN
Mis queridos diocesanos: ¡Feliz Pascua de Resurrección 2011!
¡Cristo ha resucitado! La Pascua de Resurrección nos hace estallar de gozo. Alegría es lo verdaderamente nuevo. Irradiar alegría, esperar contra toda esperanza. Vivir el gozo indescriptible e inenarrable de la presencia de Jesucristo Resucitado y vivo en medio de nuestro pueblo y quehacer cotidiano.
Vivir la Pascua es estar en tránsito permanente hacia la verdadera alegría y a la vez contagiar al mundo, a este mundo concreto, en ocasiones sumido en la tristeza y el desencanto de la verdadera alegría y esperanza que mana de la presencia viva de Cristo Resucitado.
Mis queridos diocesanos: ¡Feliz Pascua de Resurrección 2011!
¡Cristo ha resucitado! La Pascua de Resurrección nos hace estallar de gozo. Alegría es lo verdaderamente nuevo. Irradiar alegría, esperar contra toda esperanza. Vivir el gozo indescriptible e inenarrable de la presencia de Jesucristo Resucitado y vivo en medio de nuestro pueblo y quehacer cotidiano.
Vivir la Pascua es estar en tránsito permanente hacia la verdadera alegría y a la vez contagiar al mundo, a este mundo concreto, en ocasiones sumido en la tristeza y el desencanto de la verdadera alegría y esperanza que mana de la presencia viva de Cristo Resucitado.
Considero que es necesario que cada uno de nosotros nos asociemos con nuestro tránsito pascual al gran paso, al gran salto de todo el pueblo de Dios. Cristo, la cabeza, ya ha pasado de este mundo al Padre; ahora cada uno de los miembros de su cuerpo místico tiene que ir pasando. A imagen suya, cada uno, tiene que pasar y saltar de este mundo al Padre. La resurrección de Cristo es la garantía de nuestra futura resurrección.
Nosotros cada día vamos muriendo y resucitando. Cada Pascua hace posible que, por la fuerza del Señor, podamos vivir, sufrir, obrar, vivir y morir de un modo pleno y con auténtica alegría.
Cada Pascua es como una llamada y envío a la misión. Nosotros los cristianos del siglo XXI tenemos que vivir como resucitados. Vivir como resucitados entraña dos cosas fundamentales: llevar consuelo y alegría y promover evangelizadores. El hombre resucitado lleva la alegría de la resurrección a los que están llenos de miedo, desencanto, desánimo y desesperanza. La falta de esperanza es lo más opuesto a la resurrección y es peligrosísima. Al hombre resucitado le sobra todo, en cambio el desesperado lo necesita todo porque va a ser su consuelo, cuando se vive como resucitados vamos buscando a quien evangelizar, y llevarle la alegría y el consuelo.
Esta Pascua de 2011, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, vosotros jóvenes sois los que tenéis que comunicar a todos los demás jóvenes la presencia y la alegría de Jesucristo Resucitado. Vosotros, jóvenes, sois insustituibles en esta tarea evangelizadora, los jóvenes evangelizan a los jóvenes.
La resurrección de Cristo despierta a una vida nueva y distinta, a otra manera de ver la vida y, por tanto, a otra forma de ver a las personas y las cosas que existen en derredor nuestro; llegar a vivir como resucitados es llegar a lo que llamaríamos el núcleo, la esencia de lo que es la vida que Dios nos ha regalado a cada uno de nosotros. Lo importante exclusivamente para el hombre resucitado es la evangelización, llevar la Buena Noticia del Evangelio. Esto cubre totalmente la existencia de una persona. ¡Vivamos, pues, como resucitados! ¡Vivamos como hombres nuevos, llenos de esperanza, capaces de llevar la alegría y el consuelo, y promover nuevos evangelizadores a esta sociedad del siglo XXI!
¡Os deseo una feliz Pascua de Resurrección!
Antonio Ceballos Atienza
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